Toda organización, en algún momento, vuelve a sus orígenes y Good Karma Projects no es una excepción; Albert y Jordi, cofundadores de la organización, forjaron su compromiso medioambiental a través de su pasión; el surf. Después de cada temporal en Tarragona, las playas quedaban (y siguen quedando) llenas de residuos, lo que les empujó a tomar cartas en el asunto empezando por ellos mismos, ya que, aunque el surfear una ola es respetuoso con el medioambiente, la industria y el estilo de vida asociados con estos deportes y prácticas tienen mucho que progresar.
El surf fue un fenómeno de bajo perfil hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando una revolución cultural y tecnológica impulsó el deporte hasta convertirlo en la identidad de toda una generación, permitiendo la creación del gran mercado globalizado que es hoy en día.
Si bien el surf ha cambiado en lo referente a imagen y estilo a lo largo de las décadas, el sistema productivo se ha mantenido inalterado desde los años 50, cuando la aparición de nuevos materiales como la espuma de poliuretano y la resina de poliéster facilitó la producción, (haciéndola más económica y escalable) y la adopción de las tablas por parte del consumidor (más ligeras y fáciles de usar). El poliuretano y el poliéster son de origen petroquímico, con los problemas medioambientales que esto supone, sin olvidar la toxicidad que afecta a la salud de los trabajadores que fabrican las tablas. Y, en el caso de Europa, muchas de esas materias primas han de recorrer miles de kilómetros desde EEUU, Sudáfrica o Australia.
Hoy en día el 95% de las tablas de surf están fabricadas con estos materiales y si a eso le unimos un mercado creciendo de forma exponencial, ciclos de vida del producto cada vez más cortos y un residuo generado imposible de gestionar, nos encontramos con una tendencia lineal en la que los problemas cada vez tienen un mayor impacto. Pero el problema no sólo está en la producción; el impacto del turismo de surf en los litorales y los hábitos de consumo de la comunidad surfista no están siempre alineados con la filosofía intrínseca del deporte; el respeto por la naturaleza.
Fruto de esa necesidad de cambio en el deporte nace Ride&Respect, un proyecto centrado en convertir el sector de los deportes de tabla en un referente en sostenibilidad y respeto por el medioambiente.
Es esencial que consumidores, industria y administración trabajen juntos para romper con el paradigma del surf; debemos ser capaces de disfrutar de la naturaleza sin perjudicarla. Apostamos por la cooperación como filosofía para convertir la industria del surf en el referente europeo en sostenibilidad a través del conocimiento abierto y la innovación. Ride&Respect busca ser el agente de unión entre las partes; facilitando y promoviendo estos valores.
Confiamos en poder promover una comunidad surfista concienciada y coherente, aportando información de calidad al consumidor, asesorando y facilitando la transición ecológica de la industria y colaborando con organismos e instituciones públicas y privadas para la puesta en marcha de proyectos e iniciativas que beneficien al deporte, medioambiente y sociedad.
Al frente del proyecto como project manager está Alejandro Padró, miembro de Good Karma Projects desde principios de año. Graduado en administración y dirección de empresas y con un máster en dirección empresarial desde la innovación y la internacionalización, Alejandro lleva desde 2013 en el sector industrial del surf, fabricando tablas con la sostenibilidad como objetivo principal ya que, tal como comenta, “el ver, respirar y palpar de primera mano la realidad de la industria del surf te hace más consciente de los retos que existen y poder formar parte del cambio con un proyecto como Ride&Respect es una oportunidad de oro de la que pueden salir cosas muy positivas” y añade “La sostenibilidad ha de estar integrada tanto en nuestros hábitos de consumo como en la visión y valores de la industria, pero a veces no es tan sencillo, barreras económicas, sociales o culturales pueden llegar a lastrar el cambio… por eso, es esencial que tengamos esa doble sensibilidad; socioeconómica y ecológica, para poder plantear soluciones sostenibles no sólo en el plano medioambiental, sino también en el económico, facilitando una transición eficaz que aporte valor añadido al mercado.”